martes, 15 de julio de 2008

Confieso que he aprendido

He vivido un reencuentro con la exigencia del estudio con propósitos académicos. Este andar fue para romper los espejos del confort, para dejar atrás las certezas de que todo se sabe, para conocer que no sé lo que creí saber y que ahora soy consciente del inmenso océano de lo que ignoro. Trabajar en la competencia de pensamiento crítico fue lo más enriquecedor, aprender a pensar y reflexionar aprendiendo. Al poseer el gusto por la lectura llegué a suponer que eso bastaba para el estudio independiente; no ha sido así, las rúbricas me señalan que necesito explorar nuevas formas de emprender mis aprendizajes. En 1988 compré mi primera computadora, después de 20 años en contacto con ellas, con sorpresa entendí que apenas la usé más allá de las posibilidades que ofreció la última generación de máquinas de escribir y que el uso de tecnología puede bien ser el desuso de la tecnología. La comunicación escrita es algo que creo hacer en términos aceptables, los resultados así lo muestran; sin embargo, debo confesar que jamás usé los esquemas para elaborar un escrito. Así podría seguir con una lista de puntos de éxito conseguidos durante el curso propedéutico que sería muy amplia mientras más se desmenuza. Lo interesante de esta experiencia radica en lo global, en la integración misma del módulo y de la maestría que permite un acercamiento con el futuro de una modalidad de educación con posibilidades prometedoras. Me queda programarme para concluir los siguientes cuatro módulos. Hasta ahora, cronos ha estado de mi parte y he podido sortear los ejercicios y requerimientos. No creo en los actos de heroísmo académico con signos de gastritis y consecuencias impensadas para la salud. Estoy motivado, creo en las posibilidades teóricas y prácticas de la propuesta académica cuyas aplicaciones son inmediatas. Fortalecer mi competencia para el estudio independiente será una prioridad en el siguiente curso, además de los objetivos del módulo mismo. El reto es vivir la experiencia completa con dedicación, esmero, buen ritmo y resultados satisfactorios. La ruta planeada es sólo un referente para saber hacia dónde dirigirme. No hay indicaciones para seguir al pie de la letra. Quién sabe que pase, parte de la riqueza del aprendizaje está en esa sutil frontera entre lo programado y lo inesperado, entre la incertidumbre y la confianza en un rumbo que siempre llevará una fuerte carga de azar.

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